El cerebro, ante un objetivo, analiza una serie de datos que organiza gracias al esquema corporal y, usando el modelo generado a partir de los hábitos diarios adquiridos o aprendidos, programa una respuesta, la cual, está jerárquicamente organizada, y garantiza que además de ser la más adecuada (en función de las circunstancias y las capacidades de cada persona), también es la más efectiva.

Para construir un movimiento son fundamentales una serie de reglas básicas:

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  • La primera es garantizar el equilibrio del conjunto del cuerpo (ante la gravedad y la inercia) y proporcionar los puntos fijos o estables necesarios desde los que realizarlo, y hacerlo de manera que protejamos las estructuras articulares durante los esfuerzos (especialmente las de la columna, ya que el tronco es el punto de partida de la mayoría de nuestros gestos).
  • En segundo lugar, la activación muscular debe ser proporcional al esfuerzo requerido, será la mínima imprescindible para dar una respuesta adecuada y efectiva, evitando un derroche energético y un potencial daño a las estructuras del aparato locomotor..
  • Por último, la combinación de fuerzas o la programación elegida, debe ser confortable, cómoda, no provocar dolores ni molestias, puesto que es la información proveniente de las diferentes estructuras musculares y articulares la que determina los ajustes y variaciones de la programación.

Todo movimiento o gesto, se construye a partir de una actividad muscular básica variable que se regula y modifica en función de las necesidades y circunstancias de cada momento. A esta actividad base la denominamos función postural y es la base sobre la que se construye el movimiento o la posición. Por lo expuesto, en SPRT rechazamos el concepto de buena y mala postura, y preferimos hablar de activación postural o tónica adecuada o inadecuada, suficiente o insuficiente.

La mayoría de nuestros movimientos se programan de forma automática o semiautomática a partir de intención normalmente relacionada con los movimientos de las extremidades o de la cabeza. La programación, es una compleja secuencia que se basa en la experiencia y en los hábitos, y que viene determinada por la necesidad y requerimientos del movimiento o la posición.

Los datos que utiliza el cerebro para programar son muchos: cuál es la finalidad del movimiento, cuál es el estado o la disponibilidad de los músculos, cuál es la posición de las articulaciones y de los diferentes segmentos corporales, cuáles son las circunstancias de ese momento y el cuál entorno donde se va a realizar…

Gracias al esquema corporal estos datos toman forma y valor y, utilizando como referencia los hábitos motrices ya existentes que habitualmente usamos, el cerebro programa una respuesta.

Para poder satisfacer las órdenes de programación, disponemos de un sistema miofascial cuya composición y organización garantizan que la respuesta neuromotriz se ejecute de forma organizada y adecuada.

A priori, encontramos en el cuerpo estructuras musculares y fasciales apropiadas para ejecutar la función postural, son los llamados músculos tónicos. Sus fibras tienen un diseño y unas características que se ajusta a las necesidades de función tónica: resistencia, bajo gasto energético y control automatizado desde el Sistema Nervioso Central. Estas estructuras aunque están distribuidas por toda la musculatura del cuerpo, están especialmente concentradas en los músculos profundos del tronco, dado que es desde el de donde parten la mayoría de nuestros gestos, o al menos su estabilización.

Por lo tanto, nuestro cuerpo construye los puntos fijos o estables gracias a los músculos posturales o tónicos y sus elementos fasciales asociados, y realiza los desplazamientos gracias a los músculos dinámicos y sus elementos fasciales asociados.